La mujer del cuadro
Hacía tiempo que no tenía una cita. El muchacho la pasó a buscar en su auto super-star con música yea yea y la llevó a ver una película que ella había elegido. Una película grave, de tono oscuro, decir trágica es poco.
Recomponer el clima horroroso que les había dejado el film parecía imposible. Subieron al auto y él puso la música a todo lo que da. Claro, quería sacarla a ella del entumecimiento en el que había entrado, se le había adosado a su gesto la mueca sórdida del destino. Le era difícil mirarlo. ¿Había alguien allí?.
La ciudad le daba vueltas en un ritmo continuo. Imágenes del pasado le venían una y otra vez. Una y otra vez había elegido la película. El se dio cuenta de la tristeza que animaba en el alma de aquella muchacha. Esto mismo, más allá de las piruetas que hizo, posibilitó que ella se reincorporara. Comieron, charlaron y rieron. Al fin la noche emergió del abismo.
Él la invitó a tomar el café a su casa nueva. Ella rechazó la invitación, el temor la seguía agazapando.
La trató muy bien y a ella se le hizo carne la experiencia del contraste. Este contraste le reavivaba su herida.
Acordamos con ella en afirmar en que hubo un tiempo en que vivió una película poco menos que trágica y la muerte llegó de la mano del capitán. El contraste lo provoca él. Y la herida emerge como la noche, se la ve, la sensación que tiene es que no va a cicatrizar más. Y el remedio que traigan todos los capitanes de los barcos con sus hombres negros, fuertes, musculosos y alegres la avivarán a modo de llama, alerta, recuerdo.
Lo curioso es que este recuerdo se entremezcla, entrelaza, contrapone; no sé cómo decirlo, no lo podemos definir. De la herida surge otra imágen asociada a un cuadro. Del ambiente sórdido de “La mujer del puerto”, sale contrapuesta otra “La mujer del cuadro”. Esta otra sale de la herida, brota. Es un cuadro de S. Dalí. La mujer está de espalda. Lo significativo es la delicadeza con que el pintor redondeó las curvas de esta mujer.
Recomponer el clima horroroso que les había dejado el film parecía imposible. Subieron al auto y él puso la música a todo lo que da. Claro, quería sacarla a ella del entumecimiento en el que había entrado, se le había adosado a su gesto la mueca sórdida del destino. Le era difícil mirarlo. ¿Había alguien allí?.
La ciudad le daba vueltas en un ritmo continuo. Imágenes del pasado le venían una y otra vez. Una y otra vez había elegido la película. El se dio cuenta de la tristeza que animaba en el alma de aquella muchacha. Esto mismo, más allá de las piruetas que hizo, posibilitó que ella se reincorporara. Comieron, charlaron y rieron. Al fin la noche emergió del abismo.
Él la invitó a tomar el café a su casa nueva. Ella rechazó la invitación, el temor la seguía agazapando.
La trató muy bien y a ella se le hizo carne la experiencia del contraste. Este contraste le reavivaba su herida.
Acordamos con ella en afirmar en que hubo un tiempo en que vivió una película poco menos que trágica y la muerte llegó de la mano del capitán. El contraste lo provoca él. Y la herida emerge como la noche, se la ve, la sensación que tiene es que no va a cicatrizar más. Y el remedio que traigan todos los capitanes de los barcos con sus hombres negros, fuertes, musculosos y alegres la avivarán a modo de llama, alerta, recuerdo.
Lo curioso es que este recuerdo se entremezcla, entrelaza, contrapone; no sé cómo decirlo, no lo podemos definir. De la herida surge otra imágen asociada a un cuadro. Del ambiente sórdido de “La mujer del puerto”, sale contrapuesta otra “La mujer del cuadro”. Esta otra sale de la herida, brota. Es un cuadro de S. Dalí. La mujer está de espalda. Lo significativo es la delicadeza con que el pintor redondeó las curvas de esta mujer.
2 Comments:
que tiene que ver el dinero con esto? Por favor hablar en español.
By Laura, at 6:13 p. m.
Laura:
Hay gente muy desubicada todavía, queriendo hacer dinero a toda costa.
El blog está genial. Me gusta mucho. Recordá ponerme en tu lista de link. Yo ya te puse en el mío.
mam
By Anónimo, at 12:21 p. m.
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